lunes, 16 de febrero de 2015

Estilo afectivo Paranoico/Vigilante , una auténtica tortura.


"Si tienes la mala suerte de estar con una pareja paranoica, serás culpable hasta que demuestres lo contrario. Para él o ella, no importará tu buena conducta ni las demostraciones de amor, siempre estarás en la lista negra de los enemigos potenciales, tu proceder siempre esconderá una «segunda intención». La premisa del paranoico-vigilante es deshumanizante: «La gente es mala y, si bajas la guardia, te lastimarán», familia incluida. Ser recelosos y contraatacar es su mejor forma de sobrevivir en un mundo percibido como hostil y explotador. El amor desconfiado pone al otro bajo sospecha y lo obliga a presentar descargos que demuestren su fidelidad y lealtad. Pero el amor y la desconfianza no son compatibles, no importa cuántos «certificados» presentes. No encajan bajo el mismo techo.



Sara era una mujer de treinta años, casada y con dos niñas pequeñas. Debido a que estudiaba odontología, distribuía su tiempo entre la universidad y la casa. Su esposo, Felipe, era un hombre de cuarenta y dos años con un perfil claramente paranoide, que pasaba gran parte de su tiempo vigilando a su mujer. La «verificación» constaba de un sinnúmero de estrategias fiscalizadoras: comprobar llamadas telefónicas, revisar el recibo de sus gastos, perseguirla, llegar a los lugares donde ella se encontraba sin avisar, buscar contradicciones en la información, revisar su correo, en fin, un investigador de la CIA era un simple aficionado comparado con Felipe. Una de las «pruebas» era especialmente humillante para Sara. A veces, cuando llegaba tarde de la universidad, él la esperaba con cara de ogro, la llevaba de un brazo al dormitorio y le pedía que se desnudara. Entonces olfateaba la ropa interior y sus partes íntimas, buscando algún vestigio masculino que pudiera delatarla. Obviamente, Felipe no siempre era así. Cuando el esquema de desconfianza estaba desactivado, lo que ocurría sólo de tanto en tanto, era tierno y muy amable, pero bajo los efectos de la paranoia se convertía en una persona insoportable y amenazadora. 




Vivir con el enemigo
Estamos de acuerdo en que la desconfianza no siempre es contraproducente. Para alguien que trabaje en una agencia de espionaje, la suspicacia será una buena herramienta de supervivencia, o para un soldado en plena guerra, o incluso para algunos emigrantes que llegan a tierras hostiles. El niño suele ser desconfiado ante los extraños, y eso garantiza su seguridad ante posibles depredadores. Si andas por un barrio peligroso donde podrían asaltarte, «confiar en la suerte» sería una estupidez; en eso estamos de acuerdo. El problema con el estilo paranoico-vigilante es que la suspicacia se generaliza irracionalmente y se transforma en un modo de vida.


La inaceptable propuesta afectiva del amor desconfiado gira alrededor de tres esquemas destructivos: «Si te doy amor, te aprovecharás de mí» (inhibición defensiva); «Si no estoy vigilante, me engañarás» (focalización mala-daptativa), y «El pasado te condena» (fatalismo afectivo)".

De la obra "Amores altamente peligrosos" de Walter Riso

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